Película de la semana

  • "El Limonero" dirigida por Eran Riklis

jueves, 29 de octubre de 2009

Las lágrimas de Elena


Conocí a Arturo cuando ambos teníamos 9 años de edad y la amistad entre ambos creció con los años de manera rápida por nuestra afinidad social, moral y política que corre en nuestras venas.



Tanto su padre como su madre son poseedores de una amplia familia, en especial del lado de su madre, Silvia Luz, cuyos padres fueron muy fecundos. Las y los González Domínguez son tantos que yo creo jamás los voy a conocer a todos. La amistad que tengo con Arturo me abrió las puertas de una familia cuyos integrantes son en su mayoría mujeres entronas, luchonas, fuertes, aguerridas, muy amenas y bohemias.



Así conocí a la tía Elena y al tío Miguel. Un hombre que sabía llegar de incógnito para pronto y sigilosamente centrar la atención en sus palabras. Con anécdotas, argumentos y consejos, el tío Miguel siempre sabía llevar una conversación interesante misma que aderezaba con su amplio conocimiento, pasión y prudencia. En ese entonces no estábamos conscientes de que el tío Miguel era entonces procurador del estado y un influyente priísta leal a su mentor: Don Saúl González Herrera.



Nos llamaba la atención la forma en que se conducía en las reuniones familiares, fiestas o carnes asadas. Siempre con esa sonrisa y con singular trato para con nosotros, entonces niños. Era poseedor de una paciencia infinita. Tenía ángel con los niños. La forma en que siempre abrazaba a la tía Elena, la miraba y la chuleaba, son esos detalles que no se olvidarán. Se llenaba de orgullo al hablar de sus hijas, quienes siempre le hicieron brillar sus ojos y quienes lo adoraban.



El tío Miguel fue adoptado por las y los hermanos González Domínguez de manera instantánea. Se mimetizó rápido con la familia de su esposa. Sus sobrinos y sobrinas siempre lo recibían con alegría.



El tiempo y algunas ocasiones nos permitieron compartir la mesa en alguna reunión familiar en casa de Arturo y así descubrimos que compartíamos la pasión por los vinos y la política. Escucharlo era un deleite.



Durante una corta visita a inicios de este mes, me comentó que estaría en el Distrito Federal pronto. No coincidiríamos en esa fecha por allá pero quedamos de vernos en otra ocasión, misma que se dio el pasado 20 de octubre por la mañana. El tío Miguel tomaba su café negro y después de una larga plática quedamos de catar un buen vino en su próxima visita a la Ciudad de México. Desgraciadamente esa cita jamás podrá ser.



Lo sucedido el 20 de octubre por la noche fue algo espantoso. Fue peor tener que avisarle Arturo, que su tío Miguel había sido herido por cobardes balazos. Acudí al hospital, como muchos para estar pendiente de su salud.



En la madrugada, Arturo me informó del deceso de su tío Miguel Etzel Maldonado.



En la funeraria, las lágrimas de la tía Elena doblaban a cualquiera. Estaban llenas de ira, de incertidumbre, de preguntas sin respuesta, de coraje y de exigencia por que le arrebataron al hombre de su vida.



Durante la misa del funeral, sus lágrimas se convirtieron en las palabras retadoras de sus hijas, exigiendo justicia por el crimen contra un hombre bueno. Las lágrimas de Elena contagiaron a sus hermanas, quienes sollozaban por el dolor de su hermana y por haber perdido a un hermano. Sus sobrinos y sobrinas estaban atónitos, tristes y enojados por que les arrebataron al tío Miguel que tanto querían.



Las lágrimas de Elena y las adoloridas palabras de Lina y Luisa se convierten en el clamor de una sociedad que no tolera más sangre inocente derramada.



Me uno a la exigencia de justicia de Elena, Lina y Luisa. No podemos permitir que este crimen quede impune. ¡Ni uno más!



ULTIMALETRA


Reitero mis condolencias para las Etzel González así como para sus sobrinos y familia política del tío Miguel, en especial para Arturo, Liliana y Andrea Méndez González.

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