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miércoles, 25 de febrero de 2009

Artesano de la palabra

Siempre fue un artesano, aunque lo negara. Esa delicadeza con la que construía cada letra, cada palabra, era una de sus grandes cualidades. Él comprendía el valor de cada letra al intercalarse con otras y formar una palabra, expresar una idea. Estaba consciente de que una vez publicada o verbalizada esta podía cambiar el curso de la historia de quien la leía o escuchara. Atesoraba cada letra, cada palabra como nadie, sabedor del gran poder de la palabra y de que eran las palabras escritas las que viven para la perpetuidad. Adoraba con intensa fe a una deidad que hoy añoramos más que nunca: la justicia, a quien se empeñó en buscar, en conocer, en propagarla a través de la abogacía que ejerció. Sin embargo su gran pasión fue la artesanía de la palabra, con las que construyó historias y dictaba su cátedra.

Siempre con sus dos pares de lentes, se hacía presente en el aula: los de sol y los de lectura. Mismos que iba intercalando conforme se dirigía a los alumnos o a devorar con su mirada las letras de algún texto. Fue poseedor de un humor negro indiscutible, divertido, ácido que no era muy agradable para todos, quizás ese fue uno de sus filtros para escoger con quien hacer amistad. Fue un pensador infatigable y “un soltero empedernido” quien se ganó el respeto de todos sus alumnos y exalumnos, de maestros, de la comunidad chihuahuense y nacional, un escritor cuya obra es muy valiosa por su fascinación por descubrir la verdadera historia de nuestro país.

Me refiero a Enrique Macín Rascón, quien en el año de celebración de los 300 años de nuestra querida ciudad de Chihuahua, es un nombre relevante en la historia de la ciudad, del estado y de la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Macín nació en 1940 en Chihuahua capital. Sus estudios universitarios los hizo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Optó por la Licenciatura en Derecho y comenzó a dar clases en su amada facultad de Filosofía y Letras de la UACh en 1976, donde comenzó a formar a muchas generaciones de profesionistas y amantes de las letras. Su capacidad, tenacidad y aceptación lograron que en la década de los 80, su nombre comenzara a sonar como posible director de su querida facultad, meta que logró en 1985 para concluir su periodo en 1988 y en donde logró que la Maestría en Docencia Académica, pasará a formar parte de la entonces Escuela de Filosofía y Letras, con esto se elevó su rango al de Facultad. Hay que recordar que la hoy Facultad de Filosofía y Letras fue una escuela particular desde 1963 y fue hasta el año de 1967 que la escuela de Filosofía y Letras fue anexada a la Universidad de Chihuahua, cuando era rector Don Manuel E. Russek.

Macín siempre buscó que se hiciera justicia. Fuera ejerciendo la abogacía o denunciándola en formidables textos y obras de teatro, buscó identificar la problemática social y se convirtió así en uno de los máximos exponentes de la dramaturgia chihuahuense junto con Manuel Talavera y Víctor Hugo Rascón Banda. Obras para recordar de Macín son “Los Perfectos”, “Los Nuevos Bizantinos”, la famosa “Sueños sin epílogo” y su úlima “Psicodrama a las seis y media” así como interesantes reflexiones sobre el teatro chihuahuense como, “Problemática del teatro en Chihuahua”, con las cuales buscaba soluciones para impulsar de mejor manera al antiguo arte teatral, que tanto le apasionaba.

Fue también un incesante luchador sindicalista al interior de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Fue miembro fundador del Sindicato del Personal Académico de la UACh, junto con un nutrido grupo de académicos, allá por 1977 y cuyo testimonio sindical permanece para la posteridad en el libro de su compadre y amigo, Rafael Soto Baylón, titulado “Testimonios: 25 aniversario” que editó hace 5 años el SPAUACh.

Macín murió sorpresivamente en enero de 2005. Fue una sorpresa macabra, que nos enlutó a muchos. A sus amigos, a sus exalumnos, a sus colegas, a sus detractores, a la institución universitaria en general. Macín concedió la amistad a muchos de sus exalumnos, que hace 4 años coincidimos en llamadas de luto o abrazos tristes ante el cuerpo inerte de quien fue nuestro profesor y amigo. Entre las más tristes de esa noche era Magdalena Mínjarez Férez, su fiel exalumna, admiradora y gran amiga de quien hoy nos ha dejado su legado en las letras y en la docencia. Desgraciadamente, tuvo que morir para ser reconocido por sus logros y entrega de casi tres décadas a la UACh.

Hoy, desde lo lejos, lo recuerdo con enorme admiración y gusto, como un hombre importante, como un gran artesano de la palabra, en este tricentenario de nuestra querida ciudad de Chihuahua.

2 comentarios:

Cátedra Enrique Macín dijo...

Comparto una página en construcción sobre el escritor Enrique Macín.

Saludos.

Liliana Pedroza

http://www.enriquemacin.tk/

Taller PO dijo...

Comparto una página en construcción sobre el escritor Enrique Macín.

Saludos.


http://enriquemacin.net16.net/